jueves, 29 de mayo de 2008

TRABAJAR CANSA


Isaac Rosa
Para tapar un problema, creamos una comisión (“lo estamos estudiando”). Si es muy grande, hacemos una ley. Aunque no se resuelva, legislar crea la ilusión de que se ha solucionado, o al menos está en vías de hacerlo. Algo así ha sucedido con la memoria histórica. Tras años en el centro del debate público, ha bastado una ley para expulsarla de la agenda política y mediática.
Caso cerrado, pensaron muchos tras aprobarse una ley que todos llamamos de la memoria sin serlo. Como si todo aquello que hacía necesaria la ley desapareciese con ella. Pero no es así. La ley, además de pacata, sigue pendiente de desarrollos legislativos que ahora, pasada la urgencia y siendo otro el Parlamento, veremos en qué quedan.
Mientras, hay cosas que no cambian: las fosas comunes, por ejemplo. En La Puebla de Cazalla (Sevilla) se ha paralizado a medias la exhumación de doscientos cadáveres por falta de recursos. Las familias que esperaban recuperar a los suyos vieron cómo de nuevo eran sepultados. Con ley o sin ella, el entierro digno de miles de españoles aún depende del color de la administración de turno, de que se concedan ayudas suficientes, del trabajo voluntario. Sobra voluntad, pero exhumar es difícil y costoso, así que faltan dinero y expertos: precisamente aquello con que cuenta el Estado, que sigue dejando la búsqueda de desaparecidos a la iniciativa privada, a las familias y asociaciones, como en este caso hace la Junta de Andalucía, para desconcierto de los familiares y vergüenza de todos.

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